Pasó lentamente las pesadas páginas,
moviendo los labios mientras leía. A veces, sacudía la cabeza como si algo lo
turbara y noté que se detenía largamente en un determinado pasaje.
—Este hombre se había sumergido verdaderamente a fondo en
los secretos prohibidos —dijo, refiriéndose a von Juntz.—. No me maravillo, en
verdad, de que tuviera un destino tan extraño y misterioso. Y debió, de
cualquier manera, haber previsto su fin…, porque advierte a los hombres no
molestar a lo que duerme.
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