Saludos Criaturas de la Noche

Saludos, bellas criaturas de la noche...
...Y bienvenidos a este espacio donde podréis hallar palabras para saciar vuestra soledad y expresar la desdicha de vuestros corazones. Podréis encontrar varias imágenes y textos cuya autora ansía les sean de su agrado y aprecio. Adentraos en el vasto mar de sentimientos de un ave nocturna

domingo, 28 de julio de 2013

Soy Necia

“La lucha de emancipación de la mujer proletaria no puede ser una lucha similar a la que desarrolla la mujer burguesa contra el hombre de su clase; por el contrario, la suya es una lucha que va unida a la del hombre de su clase contra la clase de los capitalistas.”

Clara Zetkin

ORACION PREFERIDA DEL PADRE GUADALUPE CARNEY

ORACION PREFERIDA DEL PADRE GUADALUPE CARNEY ( padre lupe, aunque él decía: Solo diganme Lupe).

Quiero compartir con todos mis amigos(as) la oración preferida del Padre Lupe, el sacerdote de los pobres, ofrendó su vida por la liberación de Honduras. El 19 de julio de 1983 ingresó desde Nicaragua con un grupo de 96 revolucionarios hondureños del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC), capturado y desaparecido por militares hondureños y asesores de la CIA.

Interiorisemos esta oración que él nos dejó. El decía que abandonarse a la providencia de DIOS, es el secreto de la paz del alma:

PADRE, EN TUS MANOS ME ABANDONO,
HAZ CONMIGO COMO TU QUIERAS.
POR TODO LO QUE HAGAS, TE DOY LAS GRACIAS.
ESTOY LISTO PARA TODO; LO ACEPTO TODO.
CON TAL QUE TU VOLUNTAD SE CUMPLA EN MI Y EN TODAS
TUS CRIATURAS.
NO PEDIRE NADA MAS, MI SEÑOR
EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ALMA
TE LA DOY SEÑOR CON TODO EL AMOR DE MI CORAZON,
PUES TE AMO, MI SEÑOR.
Y ASI TENGO QUE DARME, ENTREGARME EN TUS MANOS
CON UNA CONFIANZA SIN MEDIDA,
PORQUE TU ERES MI PADRE.
AMEN

Recomendaba el Padre Lupe que esta oración debía decirse lentamente, ritmicamente, haciendo pausas después de cada linea, para poder escuchar el espiritu de JESUS en el alma del que ora.


Escrita por mi querido amigo : LESTER NUÑEZ

sábado, 27 de julio de 2013

martes, 23 de julio de 2013

Draco Isis


Tu y Yo

Las palabras han desaparecido de este lápiz,
Dulces palabras que quiero darte,
Y no puedo dormir, tengo que decirte buenas noches!

Cuando estamos juntos me siento perfecta
Cuando me separé de ti me deshago
Todo lo que dices es sagrado para mí
Tus ojos son tan azules, no puedo mirar hacia otro lado

Tu me susurraste:  amy cásate conmigo,
Prométeme que te quedarás conmigo...

Oh no tienes que preguntarme, ¿sabes que eres todo lo que vivo
Usted sabe que yo muera sólo para abrazarte, te quedas con
De alguna manera yo te voy a mostrar, que eres mi cielo nocturno
Siempre he ido justo detrás de ti
Ahora siempre estaré a tu lado

Tantas noches, lloré hasta quedarme dormida
Ahora que se que me  amas me amo a mí misma
Nunca pensé que diría esto
Nunca pensé...

Y cuando el Cae

[Diálogo:]

[Voz masculina]
Esa cruz que llevas alrededor del cuello;
es sólo una decoración, o eres una
verdadera creyente cristiana?

[Voz femenina]
Sí, creo que - de verdad.

Entonces quiero que lo quite de una vez!
- Y nunca lo uses dentro de este castillo de 
nuevo! ¿Sabe  cómo un halcón es entrenado
querida? Sus ojos están cosidos. Cegado temporalmente
sufre los caprichos de su Dios con paciencia, hasta que
su voluntad se sumerge y aprende a servir -
como vuestro Dios enseña y le cegó con
cruces.

Me hizo despegar mi cruz porque
lo ofendido ....

No ofendió a nadie. No - parece simplemente
a mí ser descortés ... al desgaste
el símbolo de un Dios muerto hace tiempo.
Mis padres trataron de encontrarlo. Y  abrir
la puerta que nos separa de nuestro Creador.

Pero no necesita puertas para encontrar a Dios.
Si  cree ....

Creer! Si tu crees eres una ... ingenua
¿Puede usted mirar alrededor de este mundo y creer
en la bondad de un Dios que gobierna?
Hambre,  peste,  guerra, enfermedad y  muerte!
Ellos gobiernan este mundo.

También hay amor, vida y esperanza.

Muy poco espero le os aseguro. No. Si un Dios
del amor y  vida existio ... Hace mucho que esta
 muerto. Alguien ... algo gobierna en su
lugar.

My Inmortal

Estoy tan cansada de estar aquí 
Reprimida por todos mi miedos infantiles 
Y si te tienes que ir 
Desearía que solo te fueras 
Porque tu presencia todavía perdura aquí 
Y no me dejará sola 

Estas heridas no parecerán sanar 

Este dolor es simplemente demasiado real 
Hay tanto que el tiempo no puede borrar 

Cuando tu llorabas yo secaba tus lágrimas 

Cuando gritabas yo luchaba contra todos tus miedos 
Tomé tu mano a través de todos estos años 
Pero tu tienes todavía 
Todo de mí 

Tu solías fascinarme 

Por tu vida resonante 
Ahora estoy limitada por la vida que dejaste atrás 
Tu rostro ronda por 
Mis, alguna vez agradables, sueños 
Tu voz ahuyentó 
Toda la cordura en mí 

Estas heridas no parecerán sanar 

Este dolor es simplemente demasiado real 
Hay tanto que el tiempo no puede borrar 

Cuando tu llorabas yo secaba tus lágrimas 

Cuando gritabas yo luchaba contra todos tus miedos 
Tomé tu mano a través de todos estos años 
Pero tu tienes todavía 
Todo de mí 

He intentado duramente decirme a mi misma te has ido 

Pero aun así todavía estás conmigo 
He estado sola todo desde el principio 

Cuando tu llorabas yo secaba tus lágrimas 

Cuando gritabas yo luchaba contra todos tus miedos 
Tomé tu mano a través de todos estos años 
Pero tu tienes todavía 
Todo de mí

Poemas Góticos De Amor

Estoy crucificada en la estaca del amor,
Mírame por favor escucha mi suplica, llena de amor
me rindo  ante ti con plena esperanza
Pongo mi corazón a tus pies

Mi pequeño corazón ¿Lo tomarías?
Se mi ángel, se mi pecado, se mi sol, se mi adicción.
En ti prevalecer, en ti quedarme
Ámame, sostenme, guíame por siempre.

En tu mundo llévame a tu reino, en tu espíritu, en tu alma y en tu carne
Ahora dame tu dolor, compartamos nuestra pena,
Compartamos nuestra alegría, se parte de mi,
Te amo.

sábado, 20 de julio de 2013

El conde Verdalek

Y Gabriel salió de la habitación, subió la escalinata con el mismo paso lento, con la misma mirada inconsciente. Vardalek embistió de nuevo contra el piano, y aunque no tocaba muy fuerte, daba la impresión de que las cuerdas iban a romperse. Nunca se oyó una música tan extraña y desconsoladora

Historias de Vampiros

Gabriel estiró sus brazos espasmódicamente, y los puso alrededor del cuello de Vardalek. Era el único movimiento que había hecho en mucho tiempo. Vardalek se inclinó y lo beso en los labios. Yo corrí escaleras abajo y enseguida ordenaron buscar a un sacerdote. Cuando regresé, Vardalek no estaba allí. El sacerdote administró la extremaunción. Me pareció que Gabriel ya estaba muerto, aunque no lo creíamos así en el momento. Vardalek había desaparecido por completo, y cuando me puse a buscarlo no lo encontré e ningún lado; no he vuelto a verlo ni he oído hablar de él desde entonces. Mi padre murió muy poco después, repentinamente viejo y doblegado por el dolor. ¡y la gente, por regla general, no cree en los vampiros!

Eric von Stenbock (1860-1895)

El Conde Vourdalak

. ¡Cuál no fue mi asombro al ver a Gabriel descendiendo la escalinata, con los ojos fijos como si estuviera en un trance! Me aterró aún más de lo que pudiera haberlo hecho un fantasma. ¿Podía creer en mis sentidos? ¿Podía tratarse de Gabriel? Simplemente no era capaz de moverme. Gabriel, envuelto en su largo camisón blanco, bajó las escaleras y empujó la puerta. La dejó abierta. Vardelek seguía tocando, pero hablaba mientras lo hacía.

–Nie umien wyrazic jak ciehie hocham –dijo ahora en polaco–. Mi amor, me alegraría complacerte; pero tu vida es mi vida, y yo debo vivir, yo que más bien muero. ¿Dios no tendrá piedad alguna de mí? ¡Oh! ¡Oh, vida! ¡Oh, tortura de la vida!

Aquí hizo tronar un acorde agónico y extraño, luego continuó tocando suavemente.

Historias de vampiros

Aquí hizo tronar un acorde agónico y extraño, luego continuó tocando suavemente.

–¡Oh, Gabriel, mi amado! –susurró casi para sí–. Mi vida, sí, vida. ¡Oh! ¿Por qué vida? Estoy seguro de que no es mucho lo que pido de ti. Seguramente, su sobreabundancia de vida puede complacer un poco a quien ya está muerto. No, detente, no que debe ser, ¡debe ser!

La cosa en el Tejado

Pasó lentamente las pesadas páginas, moviendo los labios mientras leía. A veces, sacudía la cabeza como si algo lo turbara y noté que se detenía largamente en un determinado pasaje.

—Este hombre se había sumergido verdaderamente a fondo en los secretos prohibidos —dijo, refiriéndose a von Juntz.—. No me maravillo, en verdad, de que tuviera un destino tan extraño y misterioso. Y debió, de cualquier manera, haber previsto su fin…, porque advierte a los hombres no molestar a lo que duerme.

Libro Negro

El motivo de su llegada fue aclarado al instante: quería mi ayuda para obtener una copia de la primera edición de los Cultos Sin Nombre de von Junzt, la conocida como Libro Negro… ciertamente no por su color sino por su prohibido contenido. 

La habitacion que silvaba

. Era como si de repente alguien os mostrase la boca de un enorme pozo y dijese: «Eso es el Infierno.» Y supieseis que os había dicho la verdad. ¿Lo comprendéis siquiera un poco? Di un paso hacia el interior de la habitación y levanté la vela por encima de mi cabeza, echando un rápido vistazo alrededor. Tassoc y su hermano se unieron a mí, y el primero se situó detrás. Todos habíamos levantado las velas.


Yo me encontraba aturdido por el sonido estridente y agudo del silbido. Entonces me pareció oír una voz muy clara que me decía al oído: «¡Sal de aquí... en seguida! ¡Deprisa! ¡Deprisa!»

La Familia del Vourdalak

En su arranque de sed, el vampiro me había mordido profundamente esa noche, sin saber que yo no había probado mi copa, evidentemente narcotizada. Al despertarme vi ,plenamente revelada por la luna de medianoche, una cabellera negra fluyendo libremente, y unos labios rojos incrustados en mi brazo. Con un grito de horror la arranqué de mi piel, consiguiendo una última mirada de los ojos de su salvaje y brillante rostro blanco y sus labios manchados de sangre. Luego corrí hacia la noche, movido por el miedo y el odio. No me detuve hasta haber dejado muchas millas entre mi y esa casa maldita.


Hume Nesbit (1849-1923)

La Familia del Vourdalak

En su arranque de sed, el vampiro me había mordido profundamente esa noche, sin saber que yo no había probado mi copa, evidentemente narcotizada. Al despertarme vi ,plenamente revelada por la luna de medianoche, una cabellera negra fluyendo libremente, y unos labios rojos incrustados en mi brazo. Con un grito de horror la arranqué de mi piel, consiguiendo una última mirada de los ojos de su salvaje y brillante rostro blanco y sus labios manchados de sangre. Luego corrí hacia la noche, movido por el miedo y el odio. No me detuve hasta haber dejado muchas millas entre mi y esa casa maldita.


Hume Nesbit (1849-1923)

Vampiros


Miré y vi en sueños una línea de cadáveres de hombres jóvenes en el suelo, cada uno con una marca roja en sus brazos, en la misma zona donde el vampiro me mordía, justo donde una marca había surgido en los últimos quince días. En un instante comprendí la razón de mi extraña debilidad, y en el mismo momento un pinchazo repentino de dolor me despertó de mi placer de ensueño.


La cosa en el tejado- Robert E. Howard (1906-1936)

— ¡Salud, oh cosas durmientes! —Murmuró—, que parecéis muertas, pero que yacéis en espera del loco que os despierte… Debería haber leído el Libro Negro antes de partir. En ese caso habría cerrado la puerta, cuando abandoné la cripta… Pero tengo le llave y la mantendré a despecho del mismo infierno!

La cosa en el tejado- Robert E. Howard (1906-1936)

Amanecer Gotico




La canción de la locura

Pero una noche, la mujer de Dian Tiansay desapareció y, al día siguiente, la encontraron muerta entre los brazos de su marido, quien silbaba la Canción de la Locura, ya que no podía cantarla. Entonces asaron a Dian Tiansay en la gran chimenea... posiblemente sujetándole con los hierros que creo haber mencionado. Y hasta que murió, no «dejó de silbar» la Canción de la Locura, ya que no la podía cantar. A partir de entonces, «en aquella habitación» se oyó con mucha frecuencia el sonido de alguien que silbaba, y «se sintió una gran Presencia en ella», de suerte que nadie se atrevió a dormir entre sus cuatro paredes. Bien pronto, al parecer, el rey se marchó a otro castillo pues el silbido le molestaba. Y bien, ya conocéis toda la historia. 

Athena(Saori Kido) - cosplay


La habitación que silbaba-William Hope Hodgson (1877-1918)

—Hemos descubierto una habitación en esta choza —dijo—, que produce un silbido de lo más infernal, como si estuviese embrujada. Y puede comenzar en cualquier momento, sin que sepas cuándo, y sigue y sigue hasta que no Carnacki, haces más que temblar. No es un silbido ordinario, ni tampoco el viento. Espere a oírlo.

La confesion de Charles

—Bien. Anoche y la noche anterior, un poco más tarde de lo que ahora es, hablé a través del teléfono con el espíritu del hombre al que vimos cómo ejecutaban hace dos días: Charles Linkworth.

La confesión de Charles Linkworth.

—. Los muertos no regresan. En qué estado o bajo qué condición existen no se nos ha revelado. Pero han acabado su relación con el mundo material.

The confession of Charles Linkworth, E.F. Benson (1867-1940)

Draco Isis





El ocupante de la habitacion-Algernon Blackwood

las siguientes palabras escritas con letra temblorosa:

«Cansada... infeliz... desesperada... deprimida... No puedo seguir haciendo frente a la vida... Todo es negro. Tengo que poner fin a esto... Quería hacerlo en las montañas pero tuve miedo. Volví a mi habitación cuando no vi a nadie. Así es más fácil, y mejor...»


Algernon Blackwood (1869-1951)

Frases el Ocupante de la habitacion

Una inglesa, la legítima ocupante de la habitación, se había empeñado en ir a las montañas sin guía. Había partido hacía dos días justo antes de que amaneciera -el portero la había visto salir- y... ¡no había regresado! La ruta era difícil y peligrosa, pero no imposible para un escalador experto, aunque fuera solo. 

jueves, 18 de julio de 2013

sirenas

las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio. No sucedió en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio. Ningún sentimiento terreno puede equipararse a la vanidad de haberlas vencido mediante las propias fuerzas

sábado, 13 de julio de 2013

Diferencias entre Góticos y Darketos

Aspecto musical: Las divisiones de la música Gótica son: Occult Folk, Gothic Folk, Dark Ambient, Etereal, New Wave, DarkWave, Post Punk, Gothic, Gothic Rock, Death Rock, BathCave, Industrial y Industrial Rock. En el Dark además de estas divisiones debemos agregar divisiones tales como EBM, ElectroDark, SynthPop, Noise y todo aquello que tenga tintes oscuros.

Tipo de vestimenta: En el Dark la vestimenta únicamente aceptada es negra, implica modalidades de vestimenta actuales desde la época de los 70 en adelante. Culturalmente en el gótico son utilizado la mayoría de colores neutros, no tan claros y diversificados, quedando el negro como un color opcional entre otros tantos como el color vino, el morado, el rojo rubí, el gris, etc; las modalidades utilizadas no implica tiempo, utilizándose también vestimenta medieval, renacentista etc.

Pensamiento: En el gótico la relación entre pensamiento social es de extrema búsqueda de si mismo, de su vínculo espiritual y de su ser interior. Esto lo hace tener un pensamiento más espiritual y existencial. En el Dark el pensamiento social es totalmente mas liberal, no llevando a una búsqueda de un vinculo social ni espiritual, sino racional y pensante.
Sentimientos: El Gótico toma parte de si y lo reconoce como propio disfrutando a cada segundo de sus propios sentimientos, la tristeza, la melancolía, el pensamiento oscuro, el misterio, lo tétrico, la soledad, el amor; forma una estructura que lo lleva a la felicidad sin renegar de ella. El Dark hace de estos sentimientos una polución combativa con si mismo y ellos, llevándolos a los extremos y justificándolos hasta muchas veces combatir consigo mismos y sus pensamientos. Muchos de los Darks terminan hasta llegar a un estado emocional donde la muerte es lo que mas desean, inclusive hasta alcanzar el suicidio, todo por llevar y potenciar sus estados emocionales.

Diferencias entre Góticos y Darketos

Diferencias entre Góticos y Darketos
Primera diferencia encontrada, el aspecto del comienzo de cada una: Mientras el Dark comenzó como contra cultura en la época de los 70 y 80 con el nacimiento de la música llamada oscura, el gótico tuvo nacimiento como cultura y no como contra cultura en los años 220 D.C. con el nacimiento del imperio godo.
Diferencia de unificación cultural:
 El Dark unifico las unidades culturales en la época de los 70 y 80, dándole aspectos y englobando a su contra cultura distintos aspectos del arte, literatura, etc. de otras índoles culturales. El aspecto de unificación cultural del gótico fue creado propiamente dicho de si misma, al principio creo y unifico su propio pensamiento religioso en el 230 D.C. con su propia división de un pensamiento cristiano liberal pagano. Después creo su propia escultura y arquitectura en la época de la edad oscura, en la edad media creo su propia filosofía. Pasando la edad media y llegando a fines de la era renacentista creo su propia lengua literaria y su propio estilo literario llamado literatura gótica y romántica.

viernes, 12 de julio de 2013

Una historia de amor (cuentos góticos)

El sueño de las calaveras- Francisco de Quevedo


El sueño de las calaveras.

El sueño de las calaveras, Francisco de Quevedo (1580-1645)

Los sueños dice Homero que son de Júpiter y que él los envía, y en otro lugar que se han de creer. Es así cuando tocan en cosas importantes y piadosas o las sueñan reyes y grandes señores, como se colige del doctísimo y admirable Propercio en estos versos:

Nec tu sperne piis venientia somnia portis
cum pia venerunt somnia pondus habent

Dígolo a propósito que tengo por caído del cielo uno que yo tuve en estas noches pasadas, habiendo cerrado los ojos con el libro del Dante, lo cual fue causa de soñar que veía un tropel de visiones. Y aunque en casa de un poeta es cosa dificultosa creer que haya cosa de juicio aunque por sueños, le hubo en mí por la razón que da Claudiano en la prefación al libro 2 del Rapto , diciendo que todos los animales sueñan de noche como sombras de lo que trataron de día; y Petronio Arbitro dice:

Et canis in somnis leporis vestigia latrat

y hablando de los jueces:

Et pauido cernit inclusum corde tribunal

El sueño de las calaveras (El sueño de las calaveras) es unrelato fantástico del escritor español Francisco de Quevedo, publicado en 1631

El sueño de las calaveras es un relato satírico, moral, en cual se da cuenta sobre diversos oficios y costumbres de la época, siempre dentro de un marco que roza constantemente lo absurdo.

http://elespejogotico.blogspot.com/2010/10/el-sueno-de-las-calaveras-francisco-de.html

El silencio de las sirenas-Franz Kafka (1883-1924)


El silencio de las sirenas.
Das schweigen der sirenen, Franz Kafka (1883-1924)

Existen métodos insuficientes, casi pueriles, que también pueden servir para la salvación. He aquí la prueba:

Para protegerse del canto de las sirenas, Ulises tapó sus oídos con cera y se hizo encadenar al mástil de la nave. Aunque todo el mundo sabía que este recurso era ineficaz, muchos navegantes podían haber hecho lo mismo, excepto aquellos que eran atraídos por las sirenas ya desde lejos. El canto de las sirenas lo traspasaba todo, la pasión de los seducidos habría hecho saltar prisiones más fuertes que mástiles y cadenas. Ulises no pensó en eso, si bien quizá alguna vez, algo había llegado a sus oídos. Se confió por completo en aquel puñado de cera y en el manojo de cadenas. Contento con sus pequeñas estratagemas, navegó en pos de las sirenas con alegría inocente.

Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio. No sucedió en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio. Ningún sentimiento terreno puede equipararse a la vanidad de haberlas vencido mediante las propias fuerzas.

En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando pasó Ulises; tal vez porque creyeron que a aquel enemigo sólo podía herirlo el silencio, tal vez porque el espectáculo de felicidad en el rostro de Ulises, quien sólo pensaba en ceras y cadenas, les hizo olvidar toda canción.

Ulises (para expresarlo de alguna manera) no oyó el silencio. Estaba convencido de que ellas cantaban y que sólo él estaba a salvo. Fugazmente, vio primero las curvas de sus cuellos, la respiración profunda, los ojos llenos de lágrimas, los labios entreabiertos. Creía que todo era parte de la melodía que fluía sorda en torno de él. El espectáculo comenzó a desvanecerse pronto; las sirenas se esfumaron de su horizonte personal, y precisamente cuando se hallaba más próximo, ya no supo más acerca de ellas.

Y ellas, más hermosas que nunca, se estiraban, se contoneaban. Desplegaban sus húmedas cabelleras al viento, abrían sus garras acariciando la roca. Ya no pretendían seducir, tan sólo querían atrapar por un momento más el fulgor de los grandes ojos de Ulises.

Si las sirenas hubieran tenido conciencia, habrían desaparecido aquel día. Pero ellas permanecieron y Ulises escapó.

La tradición añade un comentario a la historia. Se dice que Ulises era tan astuto, tan ladino, que incluso los dioses del destino eran incapaces de penetrar en su fuero interno. Por más que esto sea inconcebible para la mente humana, tal vez Ulises supo del silencio de las sirenas y tan sólo representó tamaña farsa para ellas y para los dioses, en cierta manera a modo de escudo

Franz Kafka (1883-1924)

El Peñasco del Dragón - Alejandro Dumas.

El Peñasco del Dragón.
Le rocher du dragon; Alejandro Dumas (1802-1870)

En el pueblo de Rhungsdof, a orillas del Rin, encontramos numerosos botes aguardando a los viajeros; en unos minutos nos trasladaron a Koenigswinter, una linda aldea situada en la otra orilla. Nos informamos de la hora a la que pasaba el vapor y nos respondieron que pasaba a las doce. Eso nos daba un margen de casi cinco horas; era más del tiempo necesario para visitar las ruinas del Drachenfelds.

Tras unos tres cuartos de hora de ascensión por un bonito sendero que rodea la montaña, llegamos a la primera cima, donde se encuentran un albergue y una pirámide. Desde esta primera plataforma, un bonito sendero curvo y enarenado como el de un jardín inglés, conduce a la cima del Drachenfelds. Se llega en primer lugar a una primera torre cuadrada, a la que se accede bastante difícilmente por una grieta; luego a una torre redonda que, completamente reventada por el tiempo, ofrece un acceso más fácil. Esta torre está situada sobre la peña misma del dragón. El Drachenfelds toma su nombre de una antigua tradición que se remonta a los tiempos de Julián el Apóstata. En una caverna que aún se muestra, a mitad de la ladera, se había retirado un enorme dragón, tan perfectamente puntual en sus comidas que cuando olvidaban llevarle cada día un prisionero o un reo al lugar en el que acostumbraba encontrarlo, bajaba a la llanura y devoraba a la primera persona que encontraba. Por supuesto, el dragón resultaba invulnerable.

Era, como ya hemos dicho, en los tiempos en los que Julián el Apóstata vino con sus legiones a acampar a orillas del Rin. Y sucedió que los soldados romanos, que no deseaban ser devorados más que los naturales de la zona, aprovecharon que estaban en guerra con algunos poblados de los alrededores para alimentar al monstruo sin que les costara nada. Entre los prisioneros, había una joven tan bella que se la disputaron dos centuriores, y como ninguno quería cedérsela al otro, estaban a punto de degollarse mutuamente cuando el general, para ponerlos de acuerdo, decidió que la joven sería ofrecida al monstruo. Se admiró mucho el acierto de este juicio, que algunos compararon con el de Salomón, y se dispusieron a gozar del espectáculo.

El día fijado, la joven fue conducida, vestida de blanco y coronada de flores, a la cima del Drachenfelds: la ataron a un árbol, como Andrómeda a la roca; pidió que le dejaran las manos libres y no creyeron que debieran negarle tan pequeño favor.

El monstruo, como ya hemos dicho, llevaba una vida bastante metódica y almorzaba, como se almuerza aún en Alemania, entre los dos y las dos y media. Por lo que, en el momento en que se le esperaba, salió de su caverna y subió, mitad rampando, mitad volando, hacia el lugar en el que sabía que encontraría su alimento. Aquel día tenía un aspecto más feroz y hambriento que de costumbre. La víspera, por casualidad o por refinamiento de crueldad, le habían servido un viejo prisionero bárbaro, muy duro y que no tenía más que la piel sobre los huesos; de manera que todos se prometían un doble placer por aquel aumento de apetito. El monstruo mismo, al ver a la delicada víctima que le habían ofrecido, rugió de placer, azotó al aire su cola de escamas y se lanzó hacia ella. Pero cuando estaba a punto de alcanzarla, la joven sacó de su pecho un crucifijo y se lo presentó al monstruo. Era cristiana. Al ver al Salvador, el monstruo se quedó petrificado; luego, viendo que no tenía nada que hacer allí, se introdujo silbando en su caverna.

Era la primera vez que los habitantes de la zona veían huir al dragón. Por lo que, mientras algunos corrían hacia la joven y la desataban, los demás persiguieron al dragón y, envalentonados por su pavor, introdujeron en la caverna numerosos haces de leña sobre los que derramaron azufre y pez de resina, y luego les prendieron fuego. Durante tres días la montaña lanzó llamaradas como un volcán; durante tres días se oyó al dragón moverse silbando dentro de su antro; finalmente los silbidos cesaron: el monstruo había muerto quemado.

Aún hoy se ven las huellas de las llamas y la bóveda de piedra, calcinada por el calor, se deshace en polvo tan pronto como se la toca.

Se comprende que semejante milagro ayudó mucho en la propagación de la fe cristiana. Desde finales del siglo IV eran muy numerosos los seguidores de Cristo en las márgenes del Rin.

Alejandro Dumas (1802-1870)

El fantasma del mayor Sydenham-Joseph Glanvill (1636-1680)

El fantasma del mayor Sydenham.
The ghost of major Sydenham, Joseph Glanvill (1636-1680)

Concerniente a la aparición del fantasma del Mayor George Sydenham, (muerto en Dulverton, en el condado de Somerset) al Capitán William Dyke, fallecido también en Skilgate, en el mismo condado: conténtense con tomar la relación del hecho tal como la obtuve del entendido y digno de confianza Dr. Thomas Dyke, pariente cercano del Capitán, de este modo:

Poco después de la muerte del Mayor, el Doctor marchó a su casa para atender a un niño que estaba enfermo, y en su camino hacia allá, él invitó al Capitán, que tenían deseos de ir al lugar, ya que debía, según dijo, haber ido a la casa esa noche, a pesar que no había tenido anteriormente el ánimo necesario. Luego de su arribo al lugar, fueron oportunamente conducidos a sus aposentos, según sus preferencias, en el mismo dormitorio. Luego de un rato, el Capitán se golpeó con algo, y de inmediato pidió a la servidumbre que le trajeran algunas velas para alumbrar la estancia.

El Doctor le preguntó que significaba todo esto. Y el Capitán le respondió: “Usted sabe que con el Mayor tuvimos algunas disputas acerca de la naturaleza de Dios y de la inmortalidad del alma; un punto en el que jamás nos llegábamos a poner de acuerdo, por más que quisimos. Hasta que al final surgió una gran concordancia, cuando pactamos que el primero que muriera de nosotros, debería volver la tercera noche luego de su funeral, entre la medianoche y la una, a la casita del jardín, y brindar un completo relato al superviviente acerca de estos asuntos; el otro debería asegurarse de estar presente en el lugar indicado y al momento oportuno, de manera que ambos quedamos satisfechos; y esta —dijo el Capitán— es la noche indicada, y he venido con el propósito de cumplir mi promesa.”

El Doctor le disuadió entonces, llamándole la atención sobre los peligros de continuar con esas extrañas sugerencias; el Capitán replicó agradeciéndole su buena voluntad, y que si quería podía continuar descansando, pero que por su parte, había decidido esperar y vigilar, de manera que se aseguraría de estar presente a la hora citada: para este propósito sincronizó su reloj. Tan pronto como se dio cuenta que eran once y media, se levantó y tomó los candelabros, uno en cada mano, y salió por una puerta trasera de la que previamente se había munido de llave, y caminó hacia la casita del jardín, donde permaneció durante las siguientes dos horas y media. A su regreso declaró que no había visto ni escuchado nada más que lo usual. Pero, según dijo, “sé que mi Mayor hubiera seguramente venido, si hubiera podido”.

Cerca de seis semanas después, el Capitán marchó a Eaton para llevar a su hijo a una escuela de ahí. El Doctor le acompañó. Se hospedaron en una posada, llamada el Signo, y se quedaron allí durante dos o tres noches, esta vez descansando cada uno en su recámara, no como en Dulverton. La mañana anterior a la que se fueron de allí, el Capitán se quedó en su recámara más de lo normal; finalmente entró en la recámara del Doctor, pero su cara y aspecto era muy diferente al suyo normal, su pelo estaba erizado y su vista fija, el cuerpo temblaba por completo. El Doctor le preguntó cuál era su afección, y el Capitán replicó:

“He visto a mi Mayor”. El Doctor pareció sonreír, y el Capitán inmediatamente confirmó su aseveración, relatándole tal cuál lo que le sucedió: “Cuando salió el sol, alguien apareció a un lado de mi lecho, y súbitamente corrió las cortinas, llamándome 'Cap, Cap' (que es el término con el cual familiarmente el Mayor me llamaba). Yo repliqué casi en sueños '¿Qué, mi Mayor, qué?' y por respuesta: 'No pude ir en el plazo estipulado, pero aquí estoy para contarte, hay un Dios, y es muy justo y terrible, y si tu no comienzas a hacerte una nueva vida (su expresión aquí fue puntualmente recordada por el Doctor), lo encontrarás terrible.”

El Capitán prosiguió: “En la mesa había una espada, que el Mayor me había dado hacía mucho tiempo. Ahora, luego de que la aparición había dado un par de vueltas alrededor de la recámara, tomó su espada, y la desenvainó, encontrándola no tan brillante y limpia que como cuando él la poseía, 'Cap, Cap' me dijo, 'esta espada no acostumbraba a estar así cuando yo la usaba'. Luego de estas palabras, desapareció súbitamente.

El Capitán no estaba solamente persuadido de lo que había visto y escuchado, sino que también se vio afectado por ello. Su anterior humor cambió, antes era jovial y enérgico, y luego extrañamente se alteró, de manera que, en la cena apenas probó bocado.

Tiempo después se observó que lo que el Capitán había visto y oído tuvo una perdurable influencia sobre él, y esto fue observado por aquellos que tuvieron detallado conocimiento de esta conversación, y el recuerdo de este hecho permaneció siempre cercano a él, de manera que las palabras de su amigo muerto frecuentemente resonaron en sus oídos, durante el resto de su vida, que fue de unos dos años.”

Joseph Glanvill (1636-1680)

El funeral de John Mortonson-Ambrose Bierce

El funeral de John Mortonson.
John Mortonson's funeral, Ambrose Bierce (1842-1914)

John Mortonson se murió: su obituario había sido leído y él había dejado la escena. El cuerpo descansaba en un fino ataúd de mahogany con una placa de cristal empotrada. Todos los ajustes para el funeral habían sido tan bien digitados que sin duda, si el difunto los hubiera sabido, de seguro que los hubiera aprobado. El rostro, como se podía ver a través del cristal, no tenía semblante de desagrado: perfilaba una tenue sonrisa, como si la muerte no le hubiera resultado dolorosa, no estando distorsionado más allá del poder reparador del funebrero. A las dos de la tarde los amigos fueron citados para rendir su último tributo de respeto a aquel quien no había tenido mayor necesidad de amigos y de respeto. Los miembros de su familia fueron pasando cada varios minutos a la capilla y lloraron sobre los restos plácidos bajo el cristal. Esto no fue bueno; no fue bueno para John Mortonson; pero en presencia de la muerte la razón y la filosofía permanecen mudas.

A medida que las horas iban pasando, los amigos iban llegando y ofrecían consuelo a los parientes dolidos, quienes, como las circunstancias de la ocasión requerían, estaban solemnemente sentados alrededor de la habitación con un importante conocimiento de su importancia en la pompa fúnebre. Luego vino el ministro, y en tal oscura presencia las más mínimas luces se eclipsaron. Su entrada fue seguida por la de la viuda, cuyas lamentaciones llenaron la estancia. Ella se acercó a la capilla y luego de inclinar su rostro contra el frío cristal por un momento, fue gentilmente conducida hacia un asiento cercano al de su hija. Lúgubremente y en tono bajo, el hombre de Dios comenzó su elogio de la muerte, y su dolorosa voz, mezclada con los sollozos cuya intención era para estimular al auditorio, pareció como el sonido del mar sombrío. El deprimente día se oscureció a medida que él hablaba; una cortina de nubes acechó el cielo y un par de gotas de lluvia se hicieron audibles. Pareció como si la naturaleza entera estuviera llorando por John Mortonson.

Cuando el ministro hubo terminado su elogio con una oración, se cantó un himno y los portadores del féretro tomaron su lugar detrás del mismo.

Cuando las últimas notas del himno tocaron a su fin la viuda corrió hasta el ataúd, cayendo sobre el mismo y llorando histéricamente. Gradualmente fue cediendo a la disuasión y a comportarse; y el ministro trataba de alejar su vista de la muerte bajo el cristal. Ella extendió sus brazos y con un grito cayó insensible.

Los dolientes se acercaron al ataúd, los amigos los siguieron, y cuando el reloj sobre el mantel solemnemente daba las tres, todos miraron fijamente sobre el rostro del difunto John Mortonson.

Ellos retrocedieron, débilmente. Un hombre, tratando en su terror de escapar de la desagradable visión, tropezó contra el ataúd tan pesadamente como para golpeando uno de sus delicados soportes. El ataúd cayó al piso, el cristal estalló en miles de pedazos por el golpe.
Desde la abertura del cristal salió el gato de John Mortonson, que perezosamente brincó al piso, sentándose, limpiando tranquilamente su criminal hocico con la pata delantera, para retirarse con dignidad de la estancia.

Ambrose Bierce (1842-1914)

El entierro de las ratas- Bram Stoker.

El entierro de las ratas (The burial of the rats) es unrelato de terror del escritor irlandés Bram Stoker.

Este cuento fantástico fue escrito en 1878, durante la luna de miel de los Stoker en París; y publicado en 1891. Alguien ha mencionado que debe ser uno de los relatosmás adecuados para redactar durante la noche de bodas. Nosotros nos reservamos cualquier tipo de observación.

El entierro de las ratas circuló, como decíamos, desde 1891; pero el cuento se perdió en la abundante literatura gótica de la época. Recién adquirió cierto valor cuatro años después de la muerte de Bram Stoker, en 1914, cuando apareció en una excelente antología de terrorllamada: Dracula's Guest and Other Weird Stories.

Se trata de un gran relato de terror, quizás menos elaborado que otros cuentos de Bram Stoker, como La Squaw o La casa del Juez; sin embargo pertenece sin duda a la mejor faceta del horror victoriano.

El Devorador de Fantasmas- H.P. Lovecraft


El devorador de fantasmas.

The Ghost-Eater, H.P. Lovecraft (1890-1937) C.M. Eddy, Jr (1896-1967)

¿Locura? ¡Quisiera poder pensar así! Pero cuando estoy a solas, tras caer la noche, en los desolados lugares a donde me llevan mis vagabundeos, y escucho, cruzando los vacíos infinitos, los ecos demoníacos de esos gritos y gruñidos, y ese detestable crujido de huesos, me estremezco de nuevo con el recuerdo de aquella espantosa noche.

Sabía menos de montería en aquellos días, aunque ya entonces la naturaleza me llamaba tan fuerte como lo hace ahora. Hasta esa noche me había cuidado siempre de contratar un guía, pero las circunstancias me forzaron bruscamente a desenvolverme por mis propios medios. Era mediados del verano en Maine, y a pesar de mi gran necesidad en ir desde Mayfair a Glendale antes del siguiente mediodía, no pude encontrar quien me guiara. A menos que tomase la larga ruta a través de Potowisset, que no me llevaría a tiempo a mi meta, habría de cruzar espesos bosques; pero cada vez que preguntaba por un guía me topé con negativas y evasivas. Forastero como era, me resultaba extraño que cada cual tuviera una rápida excusa. Había demasiados “negocios importantes” en ciernes para un villorrio perdido, y sabía que los lugareños mentían. Pero Todos tenían "deberes imperiosos", o eso decían, y no podían más que asegurarme que la senda a través de los bosques era muy sencilla, corriendo recta hacia el norte y sin la menor dificultad para un mozo vigoroso. Si partía cuando la mañana era aún temprana, aseguraban, podría llegar a Glendale a la puesta del sol y evitar una noche al raso. Aun entonces no sospeche nada. La perspectiva parecía buena, y decidí intentarlo a solas, dejando a los perezosos pueblerinos atrás con sus asuntos. Probablemente podría haberlo intentado aun recelando, porque la juventud es testaruda, y desde la niñez me había reído de supersticiones y cuentos de viejas.

Así, antes que el sol se estuviera en alto, me había encaminado entre los árboles por la trocha serpenteante con el almuerzo en la mano y la automática en el bolsillo y el cinturón repleto de crujientes billetes de gran valor. A juzgar por las distancias que me habían dado y el conocimiento de mi propia velocidad, supuse que llegaría a Glendale un poco después del ocaso; pero sabía que retrasándome durante la noche por algún error de cálculo, tenía suficiente experiencia en acampada como para no amilanarme. Además, mi presencia en el punto de destino no era verdaderamente necesaria hasta el mediodía siguiente. Era el clima lo que amenazaba mis planes. El sol, conforme subía abrasaba aún a través de lo más espeso del follaje, consumiendo mis energías a cada paso. A mediodía, mis ropas estaban empapadas de sudor y me sentí flaquear a pesar de toda mi resolución. Al internarme más profundamente obstruido y en muchos puntos casi bloqueado por la maleza. Debían haber pasado semanas quizás meses desde que alguien atravesara aquella ruta, y comencé a preguntarme si, después de todo, podría cumplir mi programa. A fin, sintiéndome verdaderamente famélico, busqué la zona más profunda de sombra que pude encontrar y procedí a almorzar el tentempié que el hotel me había preparado.

Eran algunos sándwiches insípidos, un pedazo de pastel rancio y una botella de vino muy flojo; aun no siendo un suntuoso festín, fue bastante bienvenido por alguien en mi estado de acalorado agotamiento. Hacía demasiado calor para que el fumar fuera gratificante, así que no saqué mi pipa. En cambio, cuando hube acabado mi comida me tumbé a lo largo bajo los árboles, tratando de reposar un rato antes de emprender la última etapa de mi camino. Supongo que fui un estúpido por beber ese vino, porque, flojo como era, fue bastante para rematar el trabajo que bochornoso y opresivo día había comenzado. Mi plan consistía en una simple y momentánea relajación, pero, con apenas un bostezo de aviso, caí en un profundo sueño.

II.
Cuando abrí los ojos, el crepúsculo se cerraba a mi alrededor. Un viento acariciaba mis mejillas, devolviéndome rápidamente mi pleno sentido y mientras ojeaba al cielo vi con aprensión que apresuradas nubes negras estaban creando un sólido muro de oscuridad, indicio de violenta tormenta. Ahora sabía que no podría llegar a Glendale antes de la mañana, pero la perspectiva de una noche en los bosques mi primera noche de acampada solitaria en la espesura parecía muy repugnante bajo esas especiales condiciones. En un instante resolví avanzar durante un rato al menos, con la esperanza de encontrar algún cobijo antes que la tempestad se desencadenara. La oscuridad se extendía sobre los bosques como un pesado manto. Las nubes bajas se tornaban aún más amenazadoras, y el viento arreciaba a un verdadero vendaval. El relámpago de un distante rayo iluminó el cielo, seguido de un ominoso retumbar que parecía esconder algún maligno propósito. Entonces sentí una gota de lluvia sobre mi mano tendida y, todavía caminando automáticamente, me resigné a lo inevitable. Otro momento y había visto el resplandor, la luz de una ventana a través de árboles y oscuridad. Pendiente de tan sólo refugiarme, me apresuré hacia allí… ¡Quisiera Dios que me hubiera dado la vuelta y huido! Había una especie de claro imperfecto, en cuya parte más alejada, con su zaga contra el bosque primitivo, se levantaba una construcción. Había esperado encontrar una choza o una cabaña, pero me detuve sorprendido cuando divisé una casita limpia y de buen gusto con tejado de dos vertientes, de unos 70 años de antigüedad a juzgar por su arquitectura, aunque todavía en un estado de conservación que demostraba la atención más celosa y civilizada. A través de los pequeños paneles de una de las ventajas inferiores brillaba una intensa luz, y hacia ella azuzado por el impacto de otra gota de lluvia me apresuré cruzando el claro, aporreando ruidosamente las puertas tan pronto como alcancé las escaleras.

Con prontitud, mis golpes tuvieron respuesta en una voz profunda y agradable que pronunció una sola palabra:

-¡Adelante!

Empujando la puerta desatrancada, entré en un penumbroso salón alumbrado desde un zaguán abierto a la derecha, más allá del cual había una habitación atestada de libros con la ventana iluminada. Mientras cerraba la puerta exterior a mi espalda, no pude por lo menos que reparar en un extraño aroma en la casa; un perfume débil, elusivo, casi definible que de alguna forma sugería animales. Mi anfitrión, supuse, debía ser un trampero que regentaba sus negocios allí mismo. El hombre que había hablado se sentaba en una amplia butaca junto a una mesa central de mármol, con su forma enjuta envuelta en una larga bata gris. La luz de una poderosa lámpara de petróleo resaltaba sus facciones agudas y afeitadas; con lustroso y fino cabello largo y bien peinado; regulares cejas castañas que se unían en ángulo inclinado sobre la nariz; orejas bien formadas, emplazadas abajo y atrás en la cabeza; y amplios y expresivos ojos grises, casi luminosos en su interés. Al sonreír una bienvenida, mostró un magnífico juego de firmes dientes blancos, y mientras me señalaba una silla con un ademán, me percaté de la delgadez de sus delicadas manos, con largos y ahusados dedos de rojizas y almendradas uñas ligeramente curvas y exquisitamente manicurazas. No podía menos de preguntarme por qué un hombre de tan avasalladora personalidad podría elegir la vida de recluso.

-Perdón por la intromisión -me excusé-. Pero estoy tratando de llegar a Glendale antes de la mañana, y una tormenta me hizo buscar un refugio.

Como corroborando mis palabras, en este momento llegó un intenso relámpago, una reverberación chasqueante y la primera descarga de un aguacero torrencial que batía demencialmente contra las ventanas. Mi anfitrión, que parecía ajeno a los elementos, me dedico otra sonrisa al responder. Su voz era entonada y bien modulada, y sus ojos mostraban un serenidad casi hipnótica.

-Sea bienvenido a la hospitalidad que yo pueda ofrecerle, aunque me temo que no sea mucha. Tengo una pierna tullida, por lo que tendrá que hacerse cargo. Si tiene hambre, encontrará abundancia en la cocina… ¡abundancia de comida, no de ceremonia!

Creí detectar una levísima traza de acento extranjero en su tono, aunque su lenguaje era fluido e idiomáticamente correcto. Alzándose a impresionante altura, se dirigió hacia la puerta con largos y renqueantes pasos y me percaté de los brazos inmensos y velludos que colgaban a cada lado, en curioso contraste con sus delicadas manos.

-Venga -invitó-. Traiga la lámpara con usted. Puedo sentarme igual de bien en la cocina que aquí.

Le seguí al salón y a la habitación de más allá, y en esa dirección descubrí el montón de leña en la esquina y el aparador del muro. Unos instantes más tarde, mientras el fuego brincaba alegremente, le pregunté si no debería preparar comida para dos; pero él declinó cortésmente. Hace demasiado calor para cenar me dijo además, he tomado un bocado antes que usted llegara. Tras lavar los platos dejados por mi solitario refrigerio, me senté un rato, fumando satisfecho mi pipa. Mi anfitrión formuló unas pocas preguntas sobre los poblados vecinos, pero cayó en un sombrío mutismo cuando supo que era un forastero. Mientras guardaba silencio, no pude menos que sentir una calidad de extraño en el, un algo insólito y soterrado que a duras penas podía ser analizado. Estaba casi seguro, por otra parte, que yo era tolerado a causa de la tormenta, más que ser bienvenido con genuina hospitalidad. En lo que respecta a la tormenta, parecía haberse agotado.

Fuera, ya había clareado puesto que había una luna llena entre las nubes y la lluvia había menguado hasta una simple llovizna. Quizás, pensé, podría completar mi viaje después de todo; una idea que insinué a mi anfitrión.

-Mejor aguardar hasta mañana -insistió-. Dice que está pensando ponerse en marcha y hay sus buenas tres horas hasta Glendale. Tengo dos alcobas arriba, y es usted bienvenido a una si quiere quedarse.

Había tal sinceridad en su invitación que disipaba cualquier duda que pudiera haber tenido acerca de su hospitalidad, y decidí que su silencio era el resultado del largo aislamiento de sus semejantes en estas soledades. Tras permanecer sentado sin proferir palabra durante el tiempo que tardé en fumar tres pipas, finalmente comencé a bostezar.

-Ha sido un día mas bien agotador para mí -admití-. Y creo que sería mejor que me fuera a la cama. Debo levantarme al alba, ya sabe, y retomar mi camino.

Mi anfitrión agitó el brazo hacia la puerta, a través de la que podía ver el salón y las escaleras.

-Venga -me indicó-. Lleve la lámpara con usted. Es la única que tengo, pero no me importa sentarme en la oscuridad, la verdad. La mitad del tiempo no la enciendo, cuando estoy solo. El petróleo es difícil de conseguir aquí y voy raramente al pueblo. Su alcoba es la de la derecha, al final de las escaleras.

Tomando la lámpara, y volviéndome en el salón para desearle buenas noches, pude ver sus ojos relucir, de una forma parecida a la fosforescencia, en la oscurecida estancia que había abandonado; durante un momento pensé en la jungla y en los círculos de ojos que a veces fulguran justo más allá del radio de la hoguera. Luego, subí las escaleras. Mientras alcanzaba el segundo piso, pude escuchar a mi anfitrión renqueando por el salón hacia la habitación de abajo y comprendí que se movía con seguridad de búho a pesar de la oscuridad. Verdaderamente, tenía poca necesidad de lámpara. La tormenta había acabado, y al entrar en la habitación asignada la descubrí iluminada por los rayos de la luna llena que caían sobre la cama desde la ventana sin cortinas orientada hacia el sur. Apagando la lámpara y sumiendo la casa en la oscuridad a excepción de los rayos de la luna, olfateé un punzante olor que se imponía sobre el aroma del queroseno…el olor casi animal que había notado al entrar en el lugar. Crucé hasta la ventana y la abrí de par en par, inspirando profundamente el fresco y limpio aire nocturno.

Cuando comenzaba a desvestirme me detuve casi instantáneamente, reparando en el cinturón de dinero, aún situado sobre mi cintura. Quizás, reflexioné, convenía no ser imprudente o descuidado, ya que había leído acerca de hombres que aguardaban solo una ocasión para robar o incluso dar muerte a los extraños en el interior de sus moradas. Así, colocando las ropas de cama para hacerlas parecer a una figura dormida, alcance la única silla de la estancia entre las envolventes sombras, cargando y encendiendo de nuevo mi pipa, y tomando asiento para descansar o vigilar, según lo requiriera la ocasión.

III.
No podía llevar mucho rato sentado cuando mis sensibles oídos captaron el sonido de pisadas subiendo las escaleras. Todos los viejos cuentos sobre anfitriones ladrones vinieron a mi cabeza, pero otro instante de escucha reveló que las pisadas eran francas, fuertes y descuidadas, sin atisbos de disimulo; mientras que los pasos de mi anfitrión, por lo que había oído desde el final de las escaleras, eran zancadas blandas y renqueantes. Apagando las brasas de mi pipa, la puse en mi bolsillo. Después, empuñando y teniendo mi automática, me levanté de la silla y caminé de puntillas por la estancia, agazapándome tensamente en un punto desde el que podía cubrir la puerta. Ésta se abrió, y en el pozo de luz lunar entró un hombre que nunca había visto. Alto, de anchas espaldas y distinguido, con el rostro medio tapado por la espesa barba cuadrada y el cuello cubierto con una gran pieza de tela negra, de un corte tan obsoleto en América que le señalaba, indudablemente, como extranjero.

Cómo había entrado en la casa sin que me apercibiera es algo fuera de mi entendimiento, no pudiendo creer ni por un instante que estuviera oculto en la otra alcoba del salón abajo. Mientras le observaba pensativamente bajo engañosos rayos de luna, me pareció que podía ver directamente a través de la robusta forma; pero quizás esto sólo fue una ilusión derivada de mi repentina sorpresa. Percatándose del desarreglo de la cama, pero desdeñando evidentemente la fingida ocupación, el extranjero musitó algo para sí mismo en una lengua extraña y procedió a desnudarse. Lanzando sus ropas a la silla que había desocupado, se metió en la cama, se arropó y en uno o dos segundos estaba resollando con la regular respiración de alguien profundamente dormido. Mi primer pensamiento fue buscar a mi anfitrión y pedirle una explicación, pero un segundo más tarde decidí que sería mejor asegurarse que tal incidente no es una secuela de mi sueño de borracho en los bosques. Aún me sentía flojo, desmayado y, a despecho de mi reciente cena, estaba tan hambriento como si no hubiera comido nada desde el almuerzo del mediodía. Crucé hacia la cama y la alcancé, asiendo el hombro del durmiente. Enseguida, lanzando un ahogado grito de miedo enloquecido y atónito estupor, retrocedí con pulso palpitante y ojos desorbitados. ¡Puesto que mis dedos engarfados habían pasado directamente a través del durmiente, alcanzado únicamente las sábanas de debajo!

Un análisis completo de mis sensaciones enervadas y confundidas sería inútil. El hombre era intangible, aun cuando todavía podía verle, escuchar su respiración regular y observar su figura medio envuelta de lado bajo las sábanas. Y entonces, mientras estaba a punto de creerme loco o bajo hipnosis, escuche otras pisadas en las escaleras blandas, almohadilladas, perrunas, pisadas cojeantes, tamborileando hacia arriba, arriba, arriba… Y otra vez el punzante olor animal, ahora con redoblada intensidad. Aturdido y alucinado, me arrastré una vez más tras la protección de la puerta abierta, estremecido hasta la médula, pero ya resignado a cualquier destino conocido o desconocido. Entonces, en ese pozo de fantasmal luz lunar, irrumpió la enjuta forma de un gran lobo gris. Cojo, según pude ver, pues una de las patas traseras se mantenía en el aire, como herida por algún tiro perdido. La bestia giró la cabeza en mi dirección, y la pistola resbaló de mis temblorosos dedos resonando sordamente contra el suelo.

La ascendente sucesión de horrores había paralizado rápidamente mi voluntad y conciencia, porque los ojos que ahora fulguraban mirándome desde esa cabeza infernal eran los fosforescentes ojos grises de mi anfitrión, tal y como me habían observado a través de la oscuridad de la cocina. Ni siquiera sé si me vio. Los ojos fueron desde mi dirección hacia la cama y contemplaron con glotonería al espectral durmiente. Luego, la cabeza se echo atrás, y de esa demoníaca garganta brotó el más espantoso ulular que haya oído jamás; un aullido ronco, nauseabundo, lobuno, que casi hizo detenerse a mi corazón. La forma en la cama se removió, abrió los ojos y se encogió ante la vista. El animal se agachó de forma estremecedora, y entonces mientras la etérea figura lanzaba un grito de mortal angustia humana y terror que ningún espectro de leyenda podría falsificar saltó directo hacia la garganta de su víctima, con los blancos y firmes dientes reluciendo a la luz de la luna mientras se cerraban sobre la yugular del vociferante fantasma. El gritó terminó con un gorgoteo ahogado en sangre y los espantados ojos humanos se vidriaron. Aquel grito me impulsó a la acción, y en un segundo había recuperado mi automática y vaciado el cargador en la monstruosidad lobuna ante mí. Pero escuché el impacto de cada bala mientras se enterraba en el muro opuesto sin encontrar resistencia. Mis nervios cedieron. El terror ciego me lanzó hacia la puerta y me hizo mirar atrás para ver que el lobo había hundido sus dientes en el cuerpo de su víctima. Entonces llegó aquella impresión sensorial culminante y el arrollador pensamiento derivado. Era el mismo cuerpo que yo había atravesado con la mano momentos antes… pero mientras me abalanzaba por esa negra escalera de pesadilla pude escuchar el astillarse de los huesos.

IV.
Cómo encontré el camino de Glendale o cómo conseguí atravesarlo, supongo que jamás lo sabré. Sólo sé que el alba me encontró en la colina al límite de los bosques, con la escarpada población bajo mis pies y la cinta azul del Cataqua centellando en la distancia. Destocado, sin chaqueta, con el rostro tiznado y empapado de sudor, como sí hubiera pasado la noche bajo tormenta, renuncié a entrar en el pueblo hasta recobrar un poco, al menos, la compostura. Al fin emprendí camino colina abajo por las estrechas calles empedradas de portales coloniales, hasta llegar a la casa Lafayette, cuyo propietario me miró intrigado.

-¿De dónde vienes tan temprano, hijo? ¿Cómo traes esa facha?
-Acabo de llegar atravesando los bosques desde Mayfair.
-¿Has venido… a través de los bosques del Diablo…esta noche…y…solo?

El anciano me dedicó una indispuesta mirada mezcla de horror e incredulidad.

-¿Por qué no -repuse-?. No podría haberlo hecho a tiempo por el Potowisset, y debía estar aquí a mediodía, lo más tardar.
-¡Y esta noche hubo luna llena!… ¡Dios mío! ¿Viste algo de Vasili Oukranikov o el Conde?
-¿Oiga, tengo cara de tonto? ¿Qué quiere… reírse de mí?

Pero su tono fue tan grave como el de un sacerdote al replicar:

-Debes ser nuevo por aquí, hijito. Si no, sabrías todo acerca de los bosques del Diablo, la luna llena, Vasili y el resto.

Me sentí algo atontado, aunque sabía que no debía mostrarme demasiado serio tras mis primeras afirmaciones.

-Vamos…sé que se muere por contármelo. Soy como un burro… todo orejas.

Entonces contó la leyenda a su manera seca, despojándola de vitalidad y credibilidad por falta de colorido, detalles y atmósfera. Pero yo no necesitaba de la vitalidad o credibilidad que cualquier poeta pudiera haber dado. Rememorar lo que había presenciado y recordar que no había oído el cuento hasta después de haber tenido la experiencia y huido del terror de aquellos fantasmales huesos astillándose.

-Antes había unos pocos rusos instalados entre aquí y Mayfair…llegaron tras uno de aquellos follones nihilistas, allá en Rusia. Vasilli Oukranikov era uno de ellos… un tío alto, delgado y bien plantado con brillante pelo rubio y modales encantadores. Pero se decía que era un sirviente del demonio… un hombre lobo y un devorador de hombres. Se edificó una casa en los bosques, como a un tercio del camino entre esto y Mayfair, y allí vivió solo. De vez en cuando llegaba un viajero de los bosques con algún cuentecillo extraño acerca de haber sido perseguido por un gran lobo con relucientes ojos humanos… como los de 
Oukranikov. Una noche, alguien le pego un tiro al lobo, y la siguiente vez que el ruso vino a Glendale cojeaba. Eso encajaba todo.

Ya no eran simples sospechas, sino hechos probados. Entonces mandó a Mayfair por el Conde su nombre era Feodor Tchernevshy y había comprado la vieja casa Fowler de tejado a dos aguas en State Street para que acudiera a verle. Todos previnieron al Conde, que era un buen hombre y un esplendido vecino, pero él dijo que sabía cuidar de sí mismo. Era la noche de luna llena. Era valiente como él solo, y cuanto hizo fue pedir a algunos de sus hombres, que tenía cerca del lugar, que le siguieran a casa de Vasili si no volvía en un plazo prudencial. Así lo hicieron…y me dices, hijito, ¿Qué has estado cruzando esos bosques de noche?

-Ya le digo que sí -traté de no parecer un embustero-. No soy ningún conde, y ¡heme aquí para contarlo!… pero, ¿Qué encontraron los hombres en casa de Oukranikov?
-Encontraron el cuerpo destrozado del Conde, hijito, y un fibroso lobo gris agazapado sobre él con fauces ensangrentadas. Puedes suponer lo que era el lobo. Y se cuenta que cada luna llena… ¿pero hijito, no viste ni oíste nada?
-¡Nada, hombre! Y Dígame, ¿qué pasó con el lobo…o Vasili Oukranikov?
-¡Toma! lo mataron, hijo… lo llenaron de plomo y lo enterraron en la casa, y luego prendieron fuego al lugar… sabe que esto fue hace sesenta años, cuando yo era un crío, aunque lo recuerde como si fuera ayer.

Me volví con un encogimiento de hombros. Todo eso sonaba demasiado extraño, estúpido y artificial a plena luz del día. Pero, a veces, cuando estoy a solas tras la caída de la noche en lugares desiertos y escucho los ecos demoníacos de esos gritos y bramidos, y ese detestable crujir de huesos, vuelvo a estremecerme con el recuerdo de aquella espantosa noche.

H.P. Lovecraft (1890-1937)
C.M. Eddy, Jr (1896-1967)